miércoles, 31 de marzo de 2010

De caminos y v(h)eredas

De chico, las tardes transitaban entre la comida de mamá, los berrinches de algún hermano, la llegada de papá y el abrazo de su presencia juntos. En aquellos tiempos y desde que uno nace los pasos que uno sigue son válidos, recios, definidos. La escuela, el tiempo en la casa, la familia y los momentos ahí tienen un aire de seguridad, detranquilidad. La vida sigue y uno, si es bien guiado, transita por la calma y el cobijo de decisiones adultas que definen el curso y dejan trabajo justo para que la tarea de crecer se vaya realizando.

Es difícil aceptar cuando ese proceso inicial de la vida adulta, está llegando a su final. La adolescencia pasó, el tiempo de escuela se terminó y ahora uno se ve inmerso en un camino, un camino parte andado por ti y parte andado por quienes tomaron las decisiones antes que tú. Esa edad en donde no sabes si la carrera que acabas de terminar es tu verdad, donde no sabes qué tanto es tu vida o la vida de tu familia la que estás viviendo. Todo eso, debe terminar, por un proceso natural.

Un asunto difícil y una cuestión importante, es que duele el proceso. El proceso toma años y deja huellas; huellas en ti y huellas en otros. Sabes que ya no puedes seguir ciegamente los pasos de la familia, sabes que ahora es tu decisión la que te afectará el resto de tu vida y de las que vienen contigo. Sabes también, que aquello que creías la culpa de alguien más ya no importa, ya no es así. Y, si quieres, haces algo al respecto.

Mis honores a todas aquellas personas, hombres y mujeres, que tarde o temprano se dan cuenta de este desajuste de lo perfecto, de este hueco en la comodidad que cada día se va haciendo más grande. Mis respetos a quienes con decisión, moldean poco a poco esta verdad, vuelven su realidad en algo realmente suyo, decidido por ellos y ellas, con bajadas y subidas, pero suyo.

Gracias también a todas las familias, sin importar si están "completas" por proveernos la vida y la vía, la cama y la calma, con todo su esfuerzo puro y honesto. No pidan disculpas por que hemos pasado por donde transitamos, al contrario, observen que con todo hemos estado juntos, que _hemos_ crecido de la mano y beneficiado al mundo de todas maneras. Lo que ha sido, fue y lo que habrá de ser, que sea, de su mano, de nuestras manos, con todo el amor y las ganas para salir a vivir y convivir.

Hace poco, caminando por la montaña, un amigo me enseñó que de vez en cuando, hay que observar el camino andado por varias razones. La principal es no perderte. Mientras decidimos caminos por la vida, hay que reservar pequeños lapsos para observar hacia atrás, reconocer y marcar grabado en la mente cómo luce el sendero desde otra perspectiva para que no te pierdas. Observa bien y dedica tiempo de calidad a esa observación; sé un experto en la manera cómo tomaste las decisiones y si es pertinente, cambia para bien. Al final, sólo habrás recorrido un camino que te hará orgulloso de haberlo tomado, por que, adivina qué... es el camino que iniciará el recorrido de los que vienen detrás de ti. Ley de vida.

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